Te escribo estas líneas para demostrarte mi amor, ese amor que ya no volverá, porque ahora ya está todo roto. No sé muy bien cómo empezar. Tus ojos, que me enamoraron desde el principio, tu dulce voz pronunciando mi nombre bajo las sábanas, tus manos recorriendo mi espalda y mi voz entrecortada, diciendo que no te vayas de mi lado, que no te marches nunca, que no te alejes de mí. Pero como he dicho, ya no podemos arreglar nada, ahora está todo roto, en pedazos, demasiado pequeños como para volverlos a unir, se han roto demasiadas veces, como nosotros. Aunque por muy lejos que estés, nada cambiará, mi amor por ti permanecerá vivo, hasta el día en que me muera.
Cuando escribo esto tengo ganas de correr, de huir, de correr hasta que no me queden fuerzas, y entonces caer, desfallecer por el cansancio, por la impotencia de no tenerte otra vez a mi lado. Quiero que leas esto, que me beses por ello, que esto sea nuestra canción, y que la bailemos, que podamos bailar un vals con las palabras. Quiero que esto vuelva a ser un nosotros. Quiero enseñarte mis cicatrices, y que las odies tanto como yo. Quiero que me abraces, y que no necesites fuerza para sujetarme, pero sí para soltarme, pues tú eres el único que sabe hacerlo. Quiero que desaparezcas conmigo.
Vivimos en un odioso mundo de palabras, donde los corazones sangran, donde lo que se dice no se demuestra. Sólo tú creces como flor en el desierto y me das vida dentro de este mundo que pintamos. Que tú eres el cielo de mi infierno, y la voz de mis demonios.
No sé cómo acabar esto, tampoco sé como empezó, solo sé que vivir sin ti es como saciar sed con veneno, el problema es que tu eres mi veneno. Supongo que no todo acaba como uno quiere… Pero quiero decirte que yo sólo quiero que vuelvas.
Arola Fernández
